Read this essay in English: Wari Imperial Art
Ocho siglos antes de que los incas crearan uno de los imperios más poderosos de la antigua América, surgieron dos destacados reinos cuyas expresiones artísticas, especialmente las vinculadas a la vida religiosa, dominaron los Andes centrales durante casi quinientos años (600–1000 e.c.). En la región de Ayacucho, en la sierra sur-central del Perú, Wari emergió como un imperio expansivo caracterizado por diversas innovaciones artísticas, arquitectónicas, religiosas y sociopolíticas. Alrededor de la misma época, en la cuenca del lago Titicaca, en el lado boliviano del Altiplano, Tiwanaku se convirtió en un prestigioso centro ceremonial donde se congregaba gente que llegaba en peregrinación desde zonas lejanas. Tanto la sociedad wari como la tiwanaku—que representan dos fenómenos culturales y políticos distintos e independientes, pero con programas iconográficos afines—prepararon el terreno para imperios andinos posteriores.
Wari—la capital del imperio wari—se estableció en una parte de la cordillera andina relativamente pobre para la agricultura en comparación a otras regiones. A pesar de estas limitaciones naturales, los waris aprovecharon con pragmatismo y sabiduría los recursos disponibles para construir uno de los centros urbanos más grandes e importantes de la antigua América. La abundancia de canteras de roca, puzolana (ceniza volcánica que, mezclada con hidróxido de calcio y agua, forma un cemento duradero) y arcilla proporcionó las materias primas para la creación de elaborados objetos y condujo al desarrollo de un tipo distintivo de ornamentación arquitectónica. La puzolana—con su característico color blanco—y la arcilla (típicamente roja), además de ser esculpidas o modeladas, fueron también empleadas para dar color a los edificios de la gran capital wari. Las excavaciones arqueológicas han demostrado que las paredes de esta ciudad eran blancas y rojas y a veces estaban adornadas con pinturas murales. Estos colores debieron tener un significado especial en la cosmología wari, y la arquitectura, en su época de mayor esplendor, debió haber causado una fuerte impresión tanto a los residentes como a los foráneos.
La historia arquitectónica de la capital wari aún está incompleta. Las investigaciones arqueológicas han determinado que el sitio que se observa hoy, construido en piedra finamente tallada y labrada, se erigió sobre una ciudad más antigua hecha de edificios de barro. En el aparente desorden de la trama urbana, hay una organización espacial relacionada con las tradiciones andinas centrales, como los cultos dedicados a las montañas y a las poderosas entidades animadas del paisaje conocidas como huacas, y el seguimiento de los cuerpos celestes durante el año, especialmente en los solsticios y equinoccios. Algunos investigadores sugieren que Wari, al igual que Teotihuacan en el centro de México, estaba dividido en barrios separados por caminos estrechos y avenidas de circulación masiva. Algunos de estos barrios se organizaban alrededor de templos en forma de D, una suerte de arquitectura ritual comunal típica de la sociedad wari.
Previo al esplendor de Wari, el arte y las tradiciones locales de la zona ayacuchana de la cultura huarpa (1–400 e.c.) aparentemente no jugaron un rol protagónico en la vida de esas comunidades. La consolidación imperial wari incluyó el desarrollo de un arte emblemático que incorporó estilos y tecnologías de otras regiones. La tradición nasca, de la costa sur peruana, influyó en la creación del estilo Chakipampa de los waris, caracterizado por llamativas vasijas de colores vivos y acabados finos
. Se introduce en la tradición wari las representaciones de peces, pulpos con brazos rectos u ondulantes terminados en forma de ganchos, estrellas de mar, cangrejos y lo que parecen ser algas marinas, junto con animales de cuerpos curvados, cabezas zoomorfas o elementos de serpientes bicéfalas, dientes y bigotes. Los círculos concéntricos que decoran el cuerpo de las vasijas encontradas tanto en la sierra como en la costa se asemejan a las qochas, o embalses, utilizados para recoger el agua subterránea en los áridos valles de Nasca, en el sur del Perú .La otra gran influencia en el arte wari provino de la interacción con Tiwanaku, la entidad política que surgió en la cuenca del Titicaca hacia 500 e.c. Las imágenes tiwanakus y el sistema de creencias que las sustentaba fueron adoptados por las élites de la zona ayacuchana y difundidos por todo el imperio wari como parte de su política expansionista. Los nuevos estilos aparecieron gracias a la creatividad de los artistas waris, que a menudo repetían un repertorio iconográfico limitado que reflejaba, por un lado, el poder y el prestigio del usuario y, por otro, su lugar en el mundo wari.
A diferencia del arte moche de la costa norte peruana, que entre 500 y 800 e.c. presentaban complejas escenas narrativas pintadas en vasijas alfareras, las cerámicas del imperio wari se centraban en representaciones vistosas de fauna y plantas sagradas, sobre todo maíz en sus diversas etapas de crecimiento y alucinógenas como la del árbol vilca (Anadenanthera colubrina). Personajes aislados—posiblemente gobernantes, guerreros, sacerdotes y deidades sobrenaturales—se representaban tanto en cerámica como en escultura ; ; . En ocasiones, hay composiciones sencillas que retratan combates, prisioneros y sacrificios .
Uno de los personajes más importantes es conocido como el Dios de los Báculos, un ser representado de frente, con la cabeza sobredimensionada y el cuerpo más pequeño. La deidad lleva un ostentoso penacho que irradia apéndices que evocan los rayos del sol, terminados en cabezas de felino, serpiente y halcón de perfil o círculos que representan mazorcas de maíz. La cara rectangular presenta ojos redondos divididos verticalmente en mitades blancas y negras, semejantes a las fases lunares del cuarto creciente y cuarto menguante, una nariz ancha y una boca entreabierta mostrando dientes y colmillos. Una exquisita botella de la colección del Met
muestra un rostro con características similares al Dios de los Báculos. En la versión de cuerpo entero de esta deidad, los brazos están doblados por el codo y elevados hasta la altura de los hombros, donde empuñan un báculo en cada mano. El torso suele estar cubierto por una túnica (unku) que se proyecta debajo de las rodillas y a veces está ceñida por un cinturón con flecos que terminan en una combinación de cabezas de felino y serpiente. Algunos investigadores creen que esta deidad principal, cuya imagen encarna el poder de varias especies animales, representa a Wiraqocha, un dios creador mencionado en las crónicas coloniales de finales del siglo XVI.Es probable que el Dios de los Báculos haya entrado en el registro artístico wari mediante la influencia de la cultura tiwanaku. La Portada del Sol, por ejemplo, es un portal de piedra ricamente decorado que forma parte del recinto ceremonial de Tiwanaku. Su personaje central es el Dios de los Báculos, acompañado por “ángeles asistentes” esculpidos de perfil. Estas figuras secundarias están representadas con las piernas dobladas por las rodillas, un báculo en una mano y alas que emanan de la espalda
. Un contenedor de cal (poporo) wari tallado en madera también representa una versión tridimensional de una de estas deidades acompañantes que suelen aparecer de perfil.Las interacciones de los waris con las culturas nasca y tiwanaku les llevaron a crear uno de los corpus de obras de arte más logrados estética y técnicamente de la antigua América. Por ejemplo, los tejedores waris eran maestros de la armonía y el color, y fabricaban prendas tejidas con la técnica del tapiz consideradas entre las mejores del mundo tanto por su belleza como por sus imágenes. Utilizando algodón, pelo de vicuña y el de otros camélidos, explotaban diversas posibilidades de diseño para crear fajas, bolsas y túnicas sin mangas llamadas unkus. Los unkus formaban parte de la vestimenta usada en las ceremonias rituales y sus vivos colores, diversas técnicas de tejido y compleja iconografía de figuras geométrizadas siguen impresionando
; ; . También destacan en el arte textil wari los gorros de cuatro puntas, caracterizados por su forma cuadrada y la terminación puntiaguda en cada una de las esquinas ; . Algunos estaban tejidos con la técnica del tapiz; otros, con nudos. Se llevaban sobre las cejas, las orejas, la nuca y las trenzas, y probablemente se utilizaban para distinguir el rango, el estatus social y, tal vez, el origen étnico de los dignatarios o jefes provinciales.Todos los indicios señalan que la capital wari fue abandonada durante el siglo X debido a una gran crisis cuyas causas aún se debaten. Algunos investigadores proponen que factores internos y externos agravaron los conflictos y debilitaron su poder, lo que provocó su declive; posteriormente, los pueblos de diversas regiones se rebelaron, invadieron y se separaron de la ciudad. Otros afirman que los problemas económicos impidieron a la capital satisfacer las necesidades de un gran imperio o que las condiciones climáticas, en concreto la sequía, llevaron al despoblamiento del centro urbano. Lo cierto es que en el registro arqueológico de las excavaciones realizadas en el sitio revela que tuvo lugar un violento proceso de abandono, como lo demuestran la destrucción masiva y los suelos fracturados de casi todos los recintos ceremoniales y residenciales, incluyendo las unidades domésticas. Hasta el momento, no se ha encontrado ninguna tumba íntegra debido al intenso saqueo que se produjo tras el colapso de la ciudad. Sin embargo, la influencia de las tradiciones visuales del imperio wari perduró en los siglos posteriores al colapso, sobre todo en las llamativas túnicas tejidas con la técnica del tapiz del imperio inca
, la última y mayor potencia imperial de la antigua América antes de la invasión española en el siglo XVI.