Portrait of Doña Maria Tomasa Durán López de Cárdenas (Retrato de doña María Tomasa Durán López de Cárdenas)

The genre of this portrait, which depicts a young woman on the eve of entering a convent, reached its apogee in the second half of the eighteenth century. The painting follows established pictorial conventions: the sitter is shown in three-quarter view against a velvet curtain, and her pose, as well as her attire and the objects with which she is depicted, serve as markers of social standing. She wears a short jacket and a richly patterned skirt; a triangular stomacher (pechera) over her chest; sleeves and collars embellished with lace trim; a lavish choker, bracelets, and rings made of gold, pearls and precious stones; and chiqueadores ( artificial beauty marks) on her face. Her closed fan symbolizes her soon-to-be-married state. An elaborate inscription names the sitter, her parents, the place and date of her birth, and the day and convent where she professed. Being admitted to a convent was a badge of honor among New Spain’s elite, as nuns were believed to safeguard the spiritual well-being of the viceroyalty.



Este elegante retrato de Juan Patricio Morlete Ruiz representa a una joven en vísperas de ingresar a la vida conventual y pertenece a un género que alcanzaó su apogeo en la segunda mitad del siglo XVIII. Se ciñen a a fórmulas pictóricas establecidas: la retratada aparece en perfil de tres cuartos ante un cortinaje de terciopelo, y tanto su actitud como su atuendo y los objetos que la acompaña apuntan a su elevada condición social. Viste chaqueta cora y falda con rica ornamentación floral, pechera triangular, guarnición de encaje en las mangas y el escote, lujosas gargantillas, brazaletes y sortijas de oro, perlas y piedras preciosas y unos chiqueadores en la sien. Sostiene un abanico cerrado que symboliza su próximo "estado nupcial." Como es característico de esta clase de pinturas, una cartela detalla los nombres de la retratada y sus padres, su lugar y fecha de nacimiento, así como la fecha y el convento donde profesó. Ser admitida en un convento era motivo de honor para las jóvenes de la élite novohispana, pues las monjas tenían a su cargo preservar la espiritualidad del virreinato.